lunes, 26 de octubre de 2009

LLEGUÉ AL ENCUENTRO.

Entré en el edificio y de pronto una sensación de desazón y angustia me embargo. Presagio, intuición, no se.
Me dicen que esta abajo, le veo terminando los últimos detalles. Me acerqué al profesor que consideraba un maestro. Lo interpelé para hablarle y de pronto me frenó con un movimiento de su mano.
Aquella frialdad que alguna vez había visto cuando dejaba aflorar su ira me detuvo e interpreté que la persona con la que estaba había hecho algo que le había irritado profundamente. Yo sólo quería hacer las preguntas necesarias para que el resultado fuese adecuado pero, entonces, sin abandonar el tono con el que se estaba dirigiendo a aquella persona me contestó:-Haz lo que quieras.
Comenzó la reunión y entonces empecé a atisbar la realidad. Paso a paso que iba dando dejaba la evidencia al desnudo. Quizás lo que le había irritado era que nosotros estuviésemos allí. Nosotros habíamos sido contratados por los protagonistas, pero él no nos quería ver.
Casi dos meses atrás había sucedido algo que había cambiado mi vida; por fin había dado el paso que suponía mi liberación.
Así lo viví cuando todo terminó. Me sentí pequeña pero libre y aliviada. Veinte años de mi vida quedaban atrás en aquella compañía de la que sólo quedaban tres compañeras con las que nunca hubo roces y sí una amable camaradería.
Yo me iba de la empresa y por disparidad de opiniones, puse mi cargo a disposición del director.Había visto que nuestras posturas eran irreconcilliables.
Nos reunimos para tratar el tema y me encuentro con que el director dimite antes que yo. Le digo que no es necesario, que todo puede seguir igual, que quien se iba era yo, que comprendía que si no era capaz de entender mi postura, tenía todo el derecho a no admitirla, pero como yo no lo veía justo, me iba. Pero que no se le ocurriese a nadie decir que yo había finiquitado la empresa, que me gustaría poder saludarlos y hablarles con naturalidad después de aquel día, no como se había hecho en anteriores ocasiones. Pero entonces las compañeras a las que me referí antes, le dicen que estaban de acuerdo con lo que yo proponía..que por qué no lo aceptaba y seguíamos. Como no funcionaron sus razones se quedó en silencio y, lo que pudo haber sido una retirada digna, con cariño y celebración, se quedó en un terrible y amargo sabor de boca por la oportunidad perdida y todos salimos en desbandada, tristes, cada uno por su lado.
Al llegar a mi casa recordé que había un ser que seguro no entendería tantas ausencias. Primero fue uno, luego otro, luego otro. Se habían ido por diversas razones que quedaron entre nosotros, pero siempre había alguien para tranquilizarlo y darle el apoyo que él siempre regaló. Entonces un llanto amargo afloró con fuerza.
Los días siguientes fui a la playa que el profesor y el ángel solían recorrer; quería encontrarme con ellos para que la separación no fuese dolorosa y explicarle las razones y decirle que siempre estaría allí, pero me indispuse y durante semanas me ponía enferma de solo pensar en la playa. Luego como tenía que empezar de cero, me dedique al trabajo que amo y necesito.
Varias veces intenté forzar la oportunidad de hablar, pero fracasé. Entonces recordé que en breve, nos reuniríamos y podríamos hablar como siempre, con sencillez y cercanía. Tenía la esperanza de encontrarnos antes, pero no fue así...
Y llegó el día...
El ángel no estaba. Noté la inquietud y la prisa y sucedió lo entonces relatado.
Unos días después fui a verle, el ángel estaba asustado, no me hablaba con naturalidad. Él fingió para no asustarlo. Le pedí una cita para hablar y me remitió a su horario de oficina, dónde ya sabía que no estaría casi nunca, porque coincidía con el trabajo que a veces compartíamos. Me estaba dando largas, pero aún así intenté verle. Llamé por teléfono y a veces iba a una cuestión y a veces a otra. Cada vez se me hacía más cuesta arriba intentarlo.
Por fin un día logré encontrarle en su oficina; me dijeron que estaba reunido y esperé, pero entonces cuando supo que estaba allí, me dijo que se iba a tomar el café con la persona que estaba y que no sabía si le daría tiempo para hablar.
El maestro se había convertido en un simple profesor-funcionario. El referente de conducta en juez parcial que ignoraba el derecho del acusado a ser escuchado y a su defensa.
Me dolió porque le apreciaba mucho, se ve que mucho más de lo que valía.
Habían pasado treinta y cinco años desde que llegó un día al colegio donde yo estudiaba; desde entonces solo buenas acciones y creí que mutua aceptación y cariño.
Una cicatriz más en mi colección. Es triste ver que con los años de das cuenta de la profundidad de los sentimientos de los demás. De que estos referentes que siempre has defendido también son humanos y no Dios y, que a pesar de su profesión, tampoco aspiran a imitarlo.
.
SORA ZAIRE

No hay comentarios: