miércoles, 31 de enero de 2018

ADIÓS PAPÁ. MI ÚLTIMA DESPEDIDA





Hoy he vuelto a coger mi cuaderno y mi boli, mientras escucho a mi padre tirar el aire hacia sus pulmones con dificultad y esfuerzo. Hoy quise definir lo que hace mi padre en sus últimos momentos, y la palabra que me sale es "luchar".
Quien le ha conocido en  vida, todos vosotros, los que ahora mismo nos estáis acompañando en este momento de despedida, sabéis que mi padre siempre fue un gran luchador, pero que su meta no era llenarse de oro, sino el nunca haberse parado en la vida, el buscar como conseguir dar de comer a una familia con siete bocas en los tiempos que le tocó vivir. Una lucha que fue ardua, de muchas días sin pegar ojo, sin vacaciones, sin un día a la semana para disfrutar de los suyos.
Yo lo recuerdo así, siempre trabajando, y lo que de pequeña me parecía ausencia, ahora sé que fue sacrificio.
Claro que no fue solo él  el que lo consiguió, sino que tuvo a su lado a una mujer que sabía como multiplicar los panes.
Mujer a la que en sus dos últimos años de vida no dejó ni a sol ni a sombra, siempre a su lado, siempre intentando distraerla, mostrando ese amor que  tenía dentro y le fue difícil mostrar hasta ese momento.
También los que aquí estamos y conocíamos, sabemos que no fue un gran orador, pero cuando decía algo, de su boca brotaban palabras sabias, claras y llenas de libertad y razón.
Esa palabra " libertad" fue mi padre quien me mostró su significado y nunca dejaré de agradecerselo.
Hombre de gran corazón, hombre sin rencor, hombre que escondía una sensibilidad que hasta nosotros sus hijos, no descubrimos hasta bien tarde.
Ver su cara cuando salían imágenes de las víctimas de las guerras huyendo. abandonadas y despreciadas, playas llenas de cuerpos que escupía el agua tras un mal viaje en patera, niños esqueléticos sin los más imprescindible para vivir... y por otro lado, la impunidad de esos ladrones de guantes blancos riéndose de esas y todas las demás miserias... ver su cara emocionaba, ver su ira y su dolor emocionaba, verlo y escucharlo emocionaba....
No, mi padre no era un santo, sino, como a mi me gusta decir, asquerosamente humano, muy humano. Era un hombre con falta como todos nosotros. Pero lo que sí puede decir y lo hago con mucho orgullo, era que era un buen padre, un buen amigo y una gran persona. Así, tal cual, sin ansia de poder, porque para él, esa palabra significaba pecado. Y es que su ansia siempre fue ganarle la batalla a la vida, con toda la honradez posible, porque si algo era mi padre hasta la médula, era honrado y  todos vosotros lo sabéis.
Por eso creo que si alguna vez pecó, se ganó con creces el perdón. Y sé que ahora, allí, en donde se encuentre, cuando pongan en la balanza de la vida sus fallos y sus virtudes, aprobará con buena nota el examen de su vida y actos.
Por todo ello, voy a pedir a quien así lo sienta, que lo despida con un gran aplauso, no por ser poderoso en oro, ni en títulos, sino por ser un buen hombre y un gran luchador.


Solo decirte que te echaré de menos, aunque la vida no me dé tiempo a poder hacerlo como a mi me gustaría, en soledad, con tranquilidad, con dolor al sentir tu ausencia, con mucho dolor, pero sabiendo que allá en donde estés, no te olvidarás nunca de mi, de nosotros.
Sabrás que Blanquito te busca y no te encuentra  papá y ahora se queda con Ana esperando llegues algún día. Inocencia  que en algún momento a todos nos gustaría sentir.
Te quiero papá.