Cuatro años habían pasado desde que enviudara.
Mujer fiel a su marido, le quiso de verdad, y cuando se murió, el mundo se le cayó encima.
En todo ese tiempo, no había salido de casa, no había conocido otro hombre, pues la depresión la embargó, más sus ganas de piel pronto habían vuelto, y sació su necesidad con aquel amante de goma, que sóla en su habitación, la había desahogado de sus deseos de mujer viva y caliente.
Ahora caminaba por las calles, con la mirada perdida.
Había decidido salir de su clausura y volver a la vida mundana, después de conocer a aquel repatidor de gaseosa, que siempre la miraba con ojos de deseo y que la había convencido para ir a cenar a un restaurante y después dar un paseo.
Así fue hasta que durante el paseó él le tocó la mano, le acarició el rostros, la apretó contra su cuerpo y sus bocas se juntaron.
Ya nada pudo evitar que su cuerpo despertase al contacto de aquellas caricias, de aquel deseo que la dominaba y, sin saber cómo, acabaron en el piso de él, en aquella gran cama, revolcándose como locos.
Y llegó el momento final de la posesión total, cuando él buscó en su cuerpo la explosión del acto.
Ella sentía aquel falo que entraba una y otra vez en su húmedo sexo, pero ya no sentía lo que tenía que sentir y desesperada le mandó parar.
Él la miró retrocediéndo su cuerpo con ojos curiosos cuando ella, echando mano a su bolso, buscaba algo.
-No te preocues, ya lo tengo puesto.
Pero cual habría de ser su sorpresa, cuando dió con lo que buscaba y, ofreciéndole unas pequeñas pilas le pidió que se las pusiera.
-Es que no vibra y así no siento.
Ella caminaba por la calle sin entender la cara de asombro de él. el falo muerto, la risa que le destornillaba y el final de aquella noche, cuando avergonzada huyó casi a medio vestir.
No tenía culpa de necesitar que vibrase despacio, más fuerte, fuertísimo o con olas de fuerza.
Se metió en cama defraudada de la piel con piel, y acariciando el amante de goma, le besó mientras le colocoba las pilas, segura de que no le fallaría, como lo había hecho aquel amante de pacotilla repartidor de gaseosas.
Foto: Carmela