domingo, 28 de febrero de 2010

UN NUEVO DÍA.


Nunca pensó llegar a sentir eso, pues no lo creía esencial en su vida.
Mas ya le era imposible negar sus sentimientos, sus deseos, su falta.
Y necesitaba ser abrazada, ser besada, ser querida y deseada.
No sabía si le pasaba a todo aquel, que llevaba tiempo solo.
No sabía ni le importaba, la verdad, pero ella si que sabía lo que quería.
Esa noche se decidió y le llamo. Le pidió que la acompañase a tomar otro de esos cafés que había compartido por dos ocasiones con él.
Subió a su coche y se fueron a una cafetería en dónde hablaron de mil cosas, en las que se rieron mil veces, en la que se sentían tan próximos en tan poco tiempo.
Pero sus miradas ya no eran las mismas de hacia unos días, pues ella notó en el un brillo en los ojos que hasta ese día no había visto, brillo con el que ella le correspondió con la misma intensidad.
Acabaron el café y él la llevo hasta su casa.
Se dijeron un hasta luego, y acercaron sus caras para darse aquel beso de amistad con el que se despedían siempre.
Mas ese día sus caras quedaron pegadas y sus labios se fueron acercaron poco a poco, hasta que se juntaron en un profundo beso en el que se dejaron perder.
Se sintió flotar, sintió ese cosquilleo que hacia tanto tiempo que no sentía...y sus cuerpos se acercaron más, tanto que el latido de sus corazones acelerados se confundían.
Y sus manos ya no pudieron estar quietas, sino que se recorrían con deseo desenfrenado, deseo retenido por ambos hacía tiempo.
No sabían como habían llegado, mas se encontraron en la habitación de ella, tirados en la cama, mientras sus cuerpos desnudos bailaban...y sus manos no dejaban de acariciarse... y sus labios recorrían sus cuerpos y bebían del manantial del deseo.
Y gimiendo le recibió dentro y él entró gimiendo. mientras bailaba dentro de ella y ella bailaba con él.
Espasmos de placer les sacudieron mil veces y subieron los dos al cielo una vez, dos, tres...hasta que agotados de tanto amar, de tanto placer, se quedaron abrazados uno dentro del otro.
Sus ojos se encontraron y él leyó en los de ella, y ella leyó en los de él.
Sabían que algo maravilloso había comenzado, pero no en ese momento, sino aquel día en que decidieron sin conocerse de nada ir a dar aquel paseo y tomarse aquel café.
Y sonriendo, vieron como la noche dejaba paso a un nuevo día.



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