martes, 23 de febrero de 2010

CULPABLE


Cerró los ojos a pesar de la oscuridad de su habitación.
El descubrimiento había sido demasiado fuerte.
Y la culpa había sido de ella, sólo de ella, pues nadie le había prohibido mirar hacia donde quisiera, pero quizás el no querer ver fue consciente.
El verdor de las hojas que iban naciendo cada día la tenía enamorada y no se cansaba de acudir allí para ver el milagro que tan feliz la hacía.
Y acariciaba la nueva hoja y su suavidad la estremecía. Y su brillo la cegaba...y el viento lograba que le susurrara...
Pero ese día, al llegar allí, ya nada fue igual.
Encontró las ramas de aquel árbol casi sin hojas; el viento se las había llevado y las pocas que le quedaban, eran amarillas y viejas.
Y fue cuando bajó la mirada y vio su tronco...sus troncos, nacidos de tierra sucia y vieja, secos como el suelo del que se alimentaba.
Y se dio cuenta de que todo había sido un sueño inventado por ella, porque se había negado mirar hacia la raíz, hacia el nacimiento de aquello que ella quiso que la hiciese tan feliz...
Ella fue la culpable. Y ahora el descubrimiento la había destrozado.
Su sueño sólo serviría como desahogo de los perros que pasasen por el parque.

FOTO: Carmela

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