domingo, 21 de febrero de 2010

CUIDADOS PALIATIVOS


Miré con sonrisa triste a Sofia, mi compañera de habitación y ella me devolvió la misma mirada.

Sabíamos que ya nunca nos volveríamos a ver, aunque la tonta de María, mi enfermera favorita, me sonriera con mueca pintada.

Recorrimos el camino que llevaba al ascensor, esos tan grandes que se comen una cama de hospital con enfermero incluido (más paciente dentro, claro).

Subimos tres pisos. Yo miraba la flecha que lo señalaba. Los muy idiotas pensaban que tres meses metida en ese hospital, no me harían sabedora de para que se utilizaba cada planta, y claro que lo sabía, aunque una punzada de angustia me hizo retorcer en la cama cuando paramos en el piso 9.

La puerta del ascensor se abrió y mis ojos se sorprendieron de la nueva imagen.

Quien no conociera lo que ello significaba, se sentiría en la entrada de un bonito hotel, pues el verde de las paredes había desaparecido sustituido por tenues colores, pero a la vez alegres, y unos cuadros de paisajes naturales hacían que el ambiente fuese aún más agradable a la vista.

Recorrimos el pasillo hasta llegar la que sería mi habitación. Era bonita, color melocotón. En la pared de enfrente en dónde pusieron mi cama, había una televisión y a los lados, dos de esos hermosos cuadros que me hicieron soñar con mis bosques, mis ríos, mi mar.

No me podía quejar no, así que les respondí con una sonrisa cuando me dejaron allí, anunciándome la pronta llegada de mi familia, que ya estaba esperándome en la salita.

En la cama del lado no había nadie. Eso ya lo sabía yo; estaba destinada a el familiar que quisiera pasar la noche conmigo, el cual sería alimentado también y puesta a su disposición un armario y ducha, como si de un enfermo se tratase.

!Quien dijera que eso iba a pasar algún día en nuestra Seguridad Social!. Seguro que nadie se lo creería, acostumbrados a aquellas sillas duras en dónde los familiares de los enfermos pasaban sus noches en vela con el cuerpo destrozado.

Al rato llegaron mis hijas. Con caras sonrientes me dijeron que por fin habían conseguido que me tratasen como dios manda, pues no había derecho a que tal y como estaba yo, tuviese que tener a mi lado a un enfermo que se pasaba las noches a gritos, sin dejarme cerrar los ojos.

Yo les miré con cara de agradecimiento, y les di las gracias por el bonito ramo de rosas que adornaba mi mesilla de noche.

Los días fueron pasando. Mis hijas se iban turnado con mis hermanos, para pasar la noche conmigo, por mucho que yo les dijese que no hacia falta, que estaba bien...pero el aire cada vez me faltaba más y ni la mascarilla de oxigeno lograba que la sangre se llenase bien de él.

Mi cerebro se iba atontando. No recuerdo mucho mas que eso...Mis ojos cuando no estaban en la caras de mi familia, mientras hablaban conmigo como si nada pasara, estaban mirando fijamente aquellos cuadros, mis árboles, mis ríos, mi mar...

Un día cerré los ojos. Ya no pude ver mas caras ni mas paisajes y sólo alguna vez, cuando despertaba escuchaba las voces de los míos hablar como si yo no estuviese allí... de lo largo que se hacía la agonía, aunque menos mal que no sufría, que podían estar allí conmigo, que no sabían como sería su vida sin mi....y lo peor...aquellos gemidos de mis niñas, cuando de noche se quedaban a mi lado y acariciaban mi pelo, mi mano y me llamaban mamá de bajito, entre sollozos.

- No es nada fácil aguantar aquí Rosa. Creo que voy a pedir el traslado.
- Si, la verdad, es que hay que ser muy duros para ver esto todos los días, el querer ayudar a quien no tiene remedio ya...pero Sonia, si no somos nosotras, si no hay gente que lo haga...¿qué pasaría?.
- Si te doy la razón... pero es tan duro...

Las dos enfermeras acabaron de amortajar mi cuerpo, mientras mi hija, miraba sin moverse incrédula de que todo hubiese acabado, y sus lágrimas no cesaban de rodar por sus mejillas, esperando la llegada del resto de la familia, para que me diese el último adiós y me acompañasen al tanatorio, donde me expondrían en el escaparate de la despedida rodeada de mas flores, aunque yo desease que me rodeara el mar...pero eso ni muerta lo lograría.







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