sábado, 5 de diciembre de 2009

Y SEGUÍ SOÑANDO.


Lloraba en sueños. No sabía el porqué, sólo se que las lágrimas recorrían mis mejillas y mojaban mi almohada.
Te sentí llegar. Sentí como te colabas bajo mi cuerpo y me elevabas en tu regazo.
Sabía que contigo no corría peligro, sino todo lo contrario. Venías a buscarme para hacer que mis deseos se hiciesen realidad.
Me dejé llevar en duermevela hacia donde tú sabias que tenía que llegar. Y nos colamos por la pared, y me dejaste sobre su lecho.
Su respiración era intranquila y no paraba de dar vueltas. Sentí su cuerpo en tensión.
Le miré fijamente y sonreí. Le tenía a mi alcance. Y con mis manos comenzé a tocarles los dedos de la mano muy suavemente para no despertarle. Se los acariciaba muy despacio y la crispación que sentí en ellos al principio, fue desapareciendo, hasta que cayeron por su propio peso sobre la cama.
Continué con sus brazos, codos, hombros, cuello, acariciándole muy, muy despacito y con suavidad hasta que sus músculos se fueron relajando, siguiendo la caricia de mis manos.
Llegué a su cabeza. Fría, estaba muy fría y su rostro pálido y me dio miedo.
No sabía como ayudarme en ese momento y me sentí paralizada unos segundos.
No sabía como hacer para que esta se pusiese en contacto con sus brazos, con sus manos y eso era el motivo por el que yo estaba allí. El único motivo.
Me quedé mirándole, pero...de que valían unas manos vivas, si el cerebro no las hacía sentir, mover, crear?...
He hice lo único que estaba a mi alcance;le canté muy suavecito al oído, le susurré su canción preferida y su rostro fue cambiando de color; de la palidez cambio al sonrosado, y el calor volvió a su cerebro, y las manos comenzaron a moverse, y sentí sus dedos vivos.
Ya respiraba tranquilo, ya había dejado de moverse con crispación.
Y sonreí. Ahora estaba segura de que lo había conseguido y, dándole un beso callado en la comisura de los labios, me dejé llevar por ti otra vez.
Atravesamos la pared y cruzamos el cielo, en duermevela, llegando a mi habitación, donde me dejaste sobre mi lecho.
Ya no volví a llorar mas esa noche, ni creo que lo volviese a hacer.
Ya podía estar tranquila; sabía que sus dedos volverían a coger su pilot azul ,y su cuaderno moleskine se llenaría otra vez de miles de palabras, esas palabras que surgirían de su cerebro de artista, como lo habían hecho otras veces, si, otras veces.
Y seguí soñando...seguí.

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