viernes, 11 de diciembre de 2009

CANTARON AL AMOR


Y arrodillado, pedía perdón por todos sus pecados, perdón por todos aquellos pecados que volvía a repetir una y otra vez, incapaz de enfrentarse a sus demonios, cobarde ante ellos, bajo ante su alma...y pedía perdón sabiendo que en el fondo no deseaba ser perdonado.
.
La sintió acercarse a él por la espalda; conocía sus pasos como si siempre fuesen a su lado, y se sintió temblar, y sabía el porqué. Ahí estaba su pecado y en vez de huir acepto confesarla como ella le pidió al oído.
.
Se metió dentro del confesionario y se sintió desfallecer en el asiento, y cerrando la puerta de éste, miró para la rejilla que lo separaba de ella.
.
Su rostro apenas se distinguía, pero su voz, sólo su voz le mareaba, lograba que todos los sentidos le diesen mil vueltas y todos sus demonios volviesen a renacer con rabia loca.
.
La iglesia se fue llenando de gente que acudía a misa, y los bancos fueron ocupados en su totalidad.
.
El confesionario quedaba en un rincón oscuro de espaldas a la gente, en un rincón protegido de toda mirada.
.
Y ella comenzó a hablar, al mismo tiempo que otro sacerdote comenzaba la misa.
-Ave María Purísima.
Y él cerró los ojos mientras sólo estas palabras hicieron que su mente volase mientras sus manos temblaban en sus rodillas.
.
-Por qué vuelves, por qué, dime por qué... Dijo con voz entrecortada.
-Porque he pecado padre. He pecado. Esta noche he tenido pensamientos obscenos. Esta noche me he tocado pensando en alguien a quien amo, esta noche padre, he deseado el pecado...
.
Y según ella iba hablando ,pegada a la rejilla que les separaba, él se fue acercando, como si de un imán se tratase y dibujó el contorno de su cara con el dedo, el contorno de su pelo, el contorno de sus labios.
.
Y se acercó más, hasta que sus labios tocaron la rejilla donde ella le esperaba con los suyos...y sintieron su respiración caliente quemándole, mientras ella repetía una y otra vez que deseaba el pecado, lo deseaba...
.
Y llegó el silencio y sólo sus respiraciones agitadas humedecían la rejilla, aquella maldita rejilla que les separaba, y sus lenguas se buscaban, pero no se podía encontrar. Y sus respiraciones aún se agitaban más.
.
Mientras el otro cura predicaba contra el demonio y los pecados en el púlpito, nadie se fijó como ella entraba en el confesionario y cerraba la puerta.
.
Nadie escucho, en medio de sus rezos, los jadeos que éste encerraba entre maderas de cien años.
.
Y sólo sacaron la ropa mas indispensable, porque lo que más deseaban era conectarse, sentirse dentro el uno del otro, encima el uno del otro y sólo necesitaron pequeños roces, para que cantaran al amor, igual que el coro lo hizo con ellos, confundiendo sus voces.

No hay comentarios: