Ayer corrí a tu lado, como todos los días, buscando tu protección, Ayer he llegado a tu orilla y me he asustado. En vez de acogerme como siempre, me has escupido, me has expulsado de tu playa, comiéndola con tus aguas con una rabia que jamás te vi, rabia tan fuerte que me has sorprendido y no he comprendído el porqué de tu odio, el porqué de tu rechazo.
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Ayer sembraste tu arena con el cadáver del albatros, que sólo deseaba yacer en tus aguas y también le has escupido, y yo le he mirado y he llorado al ver su dolor en muerte, al ver desamparo en su rostro.
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Ayer no te conocía, cuando te aliaste con el cielo y comenzó a ametrallarme con gotas que dolían en mi rostro y manos, gotas frías tan iracundas como tu. Y el viento quería expulsarme también, pero no hacia ti, sino lejos de ti.
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Ayer no comprendía, pero hoy si comprendo.
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Tú lo sabías y te has celado, te has sentido abandonado y no has comprendido que yo jamás te abandonaré, porque te amo, te amo tal cual eres, te amo porque formas parte de mi.
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Yo soy amor, y tengo amor para ti, para él, para todos. Yo reboso amor por todos lados, y me entrego de igual manera.
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No te celes, pues nunca dejaré de ir a tu lado, de buscarte, de desear que me acojas y me abraces, y seré tuya, aunque lo sea también de él.
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Hoy te visitaré de nuevo y sé que me comprenderás.
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Hoy no me expulsarás porque sabes que te amo.
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