sábado, 21 de noviembre de 2009

Y CAYO EN SU PROPIA TRAMPA


Estaba muy enfadada, tan enfadada que sus patas corrían a la velocidad de la luz volviendo a tejer una tela tras otra por doquier.
No podía soportar que se le hubiese escapado; era de ella, le pertenecía y tarde o temprano volvería a caer en su poder.
Sabía por donde podría aparecer y allí tejía sin parar. Después volvía a pensar y se le ocurría otro sitio por donde podría pasar, y de un gran salto, comenzaba de nuevo otra rápida y fatal trampa para volverle a tener para ella, solo para ella...
Su cabeza no cesaba de idear sitios y planes y sus patas volaban ya por inercia.
Pero tanta obsesión tenía, que perdió en un segundo el ritmo, y en ese segundo un hilo fue mal colocado y se desequilibro ella misma. Comenzó a rodar por su propia tela, mientras los hilos la iban envolviendo en mil capas que cada vez la dejaban más paralizada.
Llegó al suelo cual capullo de seda. Luchaba con todas sus fuerzas intentando romper la trampa que ella misma se había tejido, sin conseguirlo ni con patas ni con boca.
Cansada de tanta lucha, agotada sin llegar a conseguir nada, se dio cuenta de cual era el sentimiento de quien en sus trampa había caído.
En ese momento comprendió que nunca lograría con esas artimañas lograr llegar a buen fin.
Pero ya era tarde, no podía dar vuelta atrás, y rendida cerró los ojos y se dejo morir.
.
Vio en el suelo aquel capullo de seda y se imagino el sufrimiento del animal que en tal trampa había caído.
Lo cogió entre sus manos y con cuidado fue soltando hilo tras hilo, dejando a la vista al pobre prisionero.
Su sorpresa fue ver que quien había caído en su trampa era el mismo verdugo, que paralizado, se dejaba morir.
Y sintió pena igual. Comprendió que tal escarmiento le habría llegado.
La dejó en el suelo y vio como poco a poco fue moviendo sus patas, mientras abría los ojos y le miraba con cara de gratitud.
La vio como se alejaba, cabizbaja y arrepentida.
Y dándose media vuelta, se sintió feliz.

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