viernes, 13 de noviembre de 2009

SIN MIRAR HACIA ATRÁS 2



Recostada en su cama, miraba hacia el techo.
El silencio de su habitación sólo era interrumpido por el rugir del temporal que entraba desde la puerta de su terraza, mientras la cortina volaba.
No le importaba el tiempo que hacía, si frío, si calor, si era de noche, si era de día; la puerta siempre estaba abierta y se perdía mil veces en los sonidos que entraban por ella. A veces, incluso creía escuchar su voz que le llamaba y acudía corriendo...
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Estos sonidos la acompañaban, sobre todo, cuando la soledad de la noche la envolvía y las lágrimas mojaban la almohada. En esas noches de vigilia, donde su cabeza no dejaba de dar vueltas al por qué que no se había respondido. Al por qué estaba allí, sola.
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Recordó el primer día que le vio; iba camino de su trabajo, mirando para el suelo, con mueca triste. Ese día fue diferente, ese día tropezaron, pues los dos compartían ojos y suelo, y después del susto momentáneo, una disculpa compartida fueron las únicas palabras que se cruzaron.
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Al día siguiente, caminado , se acordó y sonriendo miró hacia adelante. La casualidad hizo que en ese preciso momento pasara él y compartieron una sonrisa complice.
La invitó a un café, y ese fue el primer paso hacia su bella historia.
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Los encuentros ya no eran casuales, las conversaciones y el café se convirtió en una necesidad mutua, y poco a poco, fueron dejando de mirar hacia el suelo y su cara miraba hacia delante buscándose.
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Así había comenzado su historia. Así su amistad se convirtió una unión de supervivencia. Así fue como la relación llegó a ser tan grande que el amor llegó a sus vidas.
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En ese momento, la cara de ella expresaba dulzura mientras recordaba su rostro, su sonrisa, el sabor de su boca la primera vez en que la besó. La primera noche de amor, su primera mañana...
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Pero fue corto el momento y la comisura de sus labios se convirtió otra vez en una mueca de desesperación mientras sus ojos comenzaron el ritual de todas las noches desde hacía dos meses. De todas las noches, mañanas y tardes desde que había comenzado a mirar de nuevo el suelo, suelo de otra calle diferente que había escogido para no encontrarle de frente.Lágrimas que nunca la abandonaban.
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Por más vueltas que le daba nada tenía sentido. Nada.
Y volvió a recordar...recordó el momento en que descubrió que él llevaba doble vida y que había otra...otra de la que no sabía su existencia.
La casualidad hizo que los viera un día en otra calle, mientras caminaban silencioso y despacio, con cara de vacío, cara inexpresiva..pero iban juntos.
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Al día siguiente, mirándole a la cara le preguntó quien era y él, que nunca dejaba de contestar, le respondió con un frío silencio.
No había respuestas a sus preguntas por más que insistía.
Así supo que sólo había vivido un sueño rodeado de mentiras, dónde ella había sido protagonista de un doble juego al que no osaba responder.
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Le quiso odiar, pero...¿Como odiar a quien se ama?.
Se quedó en silencio mirándole a la cara y vio tristeza en su rostro, y vio lágrimas, y vio dolor, y le escuchó pidiéndole que no le dejara, que la quería, que...¿cómo odiarle?. Su rostro reflejaba amargura, pero el silencio continuó y las preguntas no obtuvieron respuesta.
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Se levantó de la silla y sin decir nada, se alejó de su vida. Cada paso que daba hacia adelante era una cuchillada en el alma y se perdió entre la gente, se perdió de su vista, de su vida.
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Ahora, sola en su habitación escuchaba de nuevo el rugir del temporal, mientras su almohada se humedecía como cada noche.
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Sintió una punzada en el corazón cuando escuchó el timbre de la puerta; era muy tarde para ir de visita. Se levantó de la cama, cubrió su cuerpo desnudo y abrió la puerta.
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Allí estaba él, mirándola, y entrando la cogió de la mano.
Su rostro estaba sereno y sus ojos eran los del hombre que había conocido aquel día en que un tropiezo les unió para siempre.
Ya no había dudas, ya quedaron atrás, ya no caminarían más mirando hacia el suelo.

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