SONRISA DE COMPLICIDAD

Mi amigo grumete fue feliz y yo con él.

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Me he subido en su regazo y le he dejado volar por la carretera. Él sabe a donde me tiene que llevar.

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Es frágil, si, como yo, pero aún así no hay temporal que pueda con él.

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Bailaba sobre el asfalto, incluso deseaba besar el morro de los coches que venían de frente, y sonreía, mientras yo me dejaba mecer por su vaivén.

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Y me llevó a dónde él sabe que yo quería ir.

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Llovía con fuerza, pero aún así, él siempre me espera donde yo le dejo. No me falla nunca y tiene la paciencia de un amigo que comprende a su amiga.

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Me encaminé hacia la playa, hacia el mar que furioso golpeaba la orilla y las rocas.

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No quería verle así, no, mi deseo fue otro y apurando mis pasos subí a la roca más alta.

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El agua de la lluvia comenzó a penetrar en mi cuerpo y, mientras subía, el agua del mar lo hizo también.

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No me importaba, mi deseo esa escalar a lo alto y mirarlo con desafío.

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Después de mil trabas, logré llegar y aún se enfadó mas conmigo. No soporta que nadie le mire de esa manera y aún golpeó con mas fuerza la piedra y a mi con ella.

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Pero no podría conmigo. Y le miré desafiante, mientras mi cuerpo era agua de cielo y agua de mar. Y le sonreí con ironía sabiéndome vencedora.

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Pero es inteligente, más inteligente de lo que piensan muchos, y como no pudo con su enemigo, se unió a él, y mostrándome la belleza engañosa que encierra, me invitó a sumergirme en su espuma, baba rabiosa que lo cubría todo.

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Pero, por primera vez en mucho tiempo, no sentí el deseo de acudir a su llamada, de dejarme acunar entre sus aguas.

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Después de largos minutos encarándonos ,desandé el camino andado y volví al lado de mi amigo, que esperaba en donde lo había dejado fiel, siempre fiel.

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Y con una sonrisa de agradecimiento, le pedí que me llevara de vuelta.

Con sonrisa de complicidad, sonrisa de amigos.

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Foto; Carmela