jueves, 21 de enero de 2010

ADIOS LUIS, QUEROTE.


Ayer fue un día muy difícil para mi.
Ayer le canté a mi abuelito adoptado, mi viejecito cascarrabias.
Se pasaba el día roñando, si, como esos perritos que siempre tienen mala leche, pero que con una simple caricia se les va todo.
Mi viejecito llevaba lejos de aquí, su tierra, su pueblo ya tiempo. Y se fue porque ya no podía él solo, y se fue triste, muy triste, pues él quería su casa, su pueblo, su gente.
Él era quien me visitaba antes, cuando yo no podía, a mi trabajo, Luis y Pepa. Los dos arrastraban su cuerpo hasta mi lado y allí se quedaban charlando un buen rato.
Yo les miraba; ella se iba a ir pronto y se fue. El sabía que tardaría más, pero si iba a ir también.
Pero la muerte siempre coge por sorpresa y ayer, le recibí en la puerta de la iglesia metido en un ataúd. Así volvió a su pueblo, metido en un ataúd....
Y le tuve que cantar,si. No sabéis lo que cuesta cantar cuando se canta a quien se quiere, mientras le ves desde la distancia.
Luis, mi abuelo adoptado se me ha ido, como se me van yendo todos, poco a poco.
Hace pocos años que supe lo que es la tristeza de la muerte. Tuve suerte si, mucha suerte, pero ahora se me van yendo todos, uno detrás otro y, ¿sabéis?, me llaman para que les cante.
Y yo les cantaré, cueste lo que cueste, les cantaré. Será mi adiós, mi último adiós....
Te quiero Luis.

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