sábado, 2 de enero de 2010

CARTA A LOS REYES MAGOS

Ya ni mi acuerdo cuando fue la última vez que escribí la carta a los Reyes Magos.
Tendría sobre ocho años, o nueve, no se, pues tardé bastante en aceptar la idea de que estes no existían y con mi buena imaginación, me negaba a ver lo que los niños de mi edad sabían ya hacía tiempo.
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Tuvo que ser mi madre la que me lo dijo directamente después de que una amiga se riese de mi y yo le preguntase a ella, aunque en el fondo conocía la respuesta.
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No me acuerdo si lloré, o si solo sentí pena. Solo sé que al año siguiente ya no volví a ver, tras la puerta medio cerrada de mi habitación, la capa roja del rey Melchor que entraba sigilosamente, mientras yo era incapaz de dormir con esos nervios en el estomago que todo niño siente ese día.
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Con los años, vi como mis hijas disfrutaban de esos momentos mágicos igual que yo lo había hecho, y compartí su felicidad, volviendo a disfrutar tanto o mas que antaño, cada vez que llenaba el sofá de regalos y la sala de cintas y papeluchos, gominolas, caramelos y chocolatinas por el suelo.
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Y lo que nunca faltó, ni en casa de mis padres siendo yo niña, ni en la mía hasta hace un par de años, fue una fuente con mandarinas que, lograban despertar los sentidos, con el olor que dejaban en la sala. Ese olor a día de Reyes Magos, ese olor a ilusión.
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Y sí me acuerdo de la cara de mi hija mayor, cuando le tuve que contar la verdad. Me acuerdo de aquellos grandes ojos mirándome con lágrimas, mientras la primera fantasía de su vida desaparecía.
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Y me acuerdo de la cara de mi hija pequeña, que mirándome con rabia me gritó como loca, negándolo tajantemente, pues era imposible que eso fuese cierto y que jamás me creería. Y así fue, se negó durante un año más, hasta que al siguiente, con cara de pena y reproche me dijo que le había mentido, que si yo le decía que nunca había que mentir, como había faltado a mis palabras y que la había engañado vilmente haciéndolo creer en algo que no existía.
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A las dos le respondí lo mismo. A las dos les dije que el mundo de la fantasía sí que existía en la mente de cada uno, pues la imaginación no tiene límites y nadie puede negarte la ilusión de soñar.
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Pues yo, este año, a mis 47 primaveras voy a escribir de nuevo la carta a los Reyes Magos, si. Podéis reíros, pero la voy a escribir y me voy a perder en ese mundo, que nunca puede desaparecer, pues sin sueños e ilusiones...¿qué sentido tiene la vida?.
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