viernes, 25 de septiembre de 2009

CREÍA EN LAS PERSONAS


Cada mañana, al despertarse, un halo de tristeza lo hacía con ella al mismo tiempo. La felicidad pasada había quedado atrás y el dolor formaba parte de sus días, cuando mal dormia, cuando despertaba, cuando iban pasando sus horas tristes y, sobre todo, cuando llegaba la oscuridad de la noche, cuando la noche se la quería tragar.
Había conversado con alguien que pensaba que había gente buena y gente mala, sin más, que cada uno nacía con ese tipo de sentimiento y no había más vueltas que darle.
Ella se negaba a admitirlo, no, jamás admitiría que la gente es mala porque sí, porque le hace feliz o porque ya nace asi. La gente no era mala, nadie era malo sin más, ni por disfrute en hacer mal, ni por placer, ni porque nació sin buenos sentimientos.
Jamás lo vería así. Todo tiene un sentido, cada reacción que tenemos, cada equivocación es sólo eso, un fallo en nuestro comportamiento, lo haciamos seguros de que era algo bueno, algo que no haría daño, algo que nuestra mente veía justo.
No podría admitir que la maldad existe porque sí, y ella creía en la gente, incluso en aquellas personas que le había hecho daño hasta destrozarle la vida, o aquellos que le habían tocado y hecho mella con pequeñas cosas.
Esperaba siempre, esperaba el porque de las cosas, la explicación, la verdad. Creia en las personas como tal, con sus fallos y sus virtudes, las personas como ella.
Nadie la haría cambiar de opinión a pesar del sufrimiento que ahora la consumía, nadie lograría destruir sus convinciones, nadie, pensaba mientras esperaba, lloraba, esperaba, lloraba, esperaba...

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