sábado, 29 de agosto de 2009

Y EL SOL ACARICIÓ SU PIEL


Dejó su bolso en la arena y después de desnudarse , se adentró en el mar.
La marea estaba muy baja y caminó un buen trecho hasta que le subió de sus rodillas.
Había estado tres días en cama sin moverse, paralizada de dolor, dolor del alma.
Ese día no pudo más; su cuerpo le rogó que le hiciese sentir otra sensación que no fuese la angustia.
Se fue metiendo poco a poco, mar adentro mientras las olas rompían en ella con rabia.
Qué fácil sería otro día, pensaba...estaba a trescientos metros de la orilla y un día con marea alta, estaría en medio del mar. Sus pies haría mucho que no tocarían fondo y estaría a expensas de que el agua se la tragara y nadie sospecharía. Nadie lo sabría y no la podrían llamar cobarde.
Eso era lo que más de una vez la había parado, que los suyos la recordaran como una cobarde.
Se sumergió en el agua y su frío fue como un bálsamo para su dolor; su cuerpo gozaba de aquella nueva sensación que le hacía olvidarse de la angustia que la encogía..
Seguía pensando en lo fácil que sería...Nadó hasta que el agua le llego a la cintura y puso las rodillas en el fondo y dejó que las olas la acunaran con su vaivén rabioso, que la zandarearan de un lado para otro, mientras cerraba los ojos imaginándose en el fondo marino.
En esa posición nadie la vería, nadie se daría cuenta de que había desaparecido.. pero estaba de rodillas tocando arena y en el fondo de su alma sabía que mientras sintiera ese amor tan profundo, siempre tocaría fondo. Siempre tendría los pies en el suelo, siempre, aunque el dolor la paralizase de esa forma, la ilusión, la esperanza, el deseo sería más grande que el dejarse tragar por el mar. Ahora tenía ese amor, esa esperanza, esa ilusión y ese deseo, y ellos lucharían con todas sus fuerzas para hacerla salir siempre a flote.
Salió del agua y se recostó en su toalla, dejando que el sol acariciara su piel desnuda.

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