martes, 11 de agosto de 2009

PRONTO

Había caminado casi a ciegas hacia la playa, escapando de las palabras de su amigo. Allí se intento perder entre arena y sonido de voces, pero aún así, las palabras de él seguían retumbando en su mente. Dejó que el sol quemara su piel hasta hacerle daño, mientras seguía intentando perderse entre paginas de un libro con historias de incestos, asesinatos y niños deprimidos. No pudo, que era lo único que le hacia olvidarse de su entorno, le hizo olvidarse de aquellas palabras...
Su respiración comenzó a acelerarse y el aliento le faltaba, el estomago encogido y comprendió que si no salía pronto de allí, tendría que pedir ayuda a algún desconocido.Se levantó y se vistió con su bata vaquera y se calzó sus playeras y cogiéndolo todo se alejó de allí a grandes pasos forzados. El calor era inmenso y el viento hacía que su pelo se pegara a su cara llena de sudor y se metiera por ojos y boca sin poderlo remediar. Cruzó la acera y miró hacia la playa; allí le vió, sentado con sus gafas de sol mirando hacia todos lados, solo, tan solo como había estado ella hasta ese momento. Treinta años convividos y le pareció un extraño al que no conocía de nada. Una tristeza invadió su alma, la tristeza de pensar que no era capaz de recordar nada bueno, nada; en ese momento sólo fue un extraño más en la playa, un solitario más.
Siguió su camino a paso acelerado, cada vez sudando más y sintiendo mas dolor en sus piernas, pero no importaba, sólo pensaba en llegar a su casa y esconderse en su habitación con su trankimazin debajo de la lengua y poder respirar. El camino se hizo muy largo; fue un km eterno lleno de recuerdos...Pasó por lugares que le recordaron su niñez, sitios salvajes ahora lleno de construcciones de narcotraficantes; mansiones rodeadas de muros inmensamente altos de piedra, dónde se intentó resguardar del sol. Pasó por un montecito donde había pasado mil días de su infancia, subiendo a una piedra a la que llamaban "piedra del amor", no se sabía por qué. Allí se había perdido tardes y tardes...y se acordó de que siempre estaba sola; siempre había sido una niña solitaria, una niña introvertida a la que le costaba comunicarse, una niña con amigos si, pero de los que podía prescindir con facilidad...
Siguió caminando por un atajo que solía coger siempre, un atajo de un metro de ancho con ambos muros de piedra antigua a los lados, de la cual sólo quedaba una parte virgen, la otra seguía llenándose de chalets de gentes ricas a base me matar niños, de destruir familias. Y allí se imponía su fortuna, para vergüenza de la gente decente que pasara por su lado, sabiendo con que se habían construido sus cimientos y los lujos que se guardaban dentro.
Mientras caminaba esos recuerdos la invadieron haciéndole olvidar el motivo de su escapada, pero el paso no dejo de ser forzado y su cara morada del esfuerzo dejaba caer gotas de sudor que bañaban su escote y pegaban más su pelo a su rostro.
Por fin había llegado. Subió las escaleras a tientas en la oscuridad y abrió la puerta del piso superior dónde ella vivía. Su primera visita fue a su caja de salvador y metiéndose uno debajo de la lengua, se fue a tirar a la cama. Allí se quedó hasta que su respiración se fue regulando y su cuerpo dejó de chorrear sudor como río imparable; pronto volvería a ser ella misma, pronto lograría no tener que escapar, ni recurrir a sus trankis. Pronto se querría la suficiente como para no dejar que la vida jugase con ella. Ella jugaría con la vida.

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