domingo, 16 de agosto de 2009

SE LO MERECÍA

Subió las escaleras corriendo hacia su habitación. Había sido mala, muy mala, tanto que la regañina de su madre no le había llegado para hacerla sentir mejor. Se sentó en la cama y cogió su muñeca, con la que tantas noches y durante tanto tiempo había compartido sus sueños. La miró fijamente, y con toda su rabia le arrancó con fuerza los brazos, las pierdas, la cabeza y tiró sus pedazos contra la pared, mientras su corazón se encogía de pena. Pero no le fue suficiente, aún no; había sido muy mala, necesitaba castigarse más, así que miró hacia su mesilla y vio su libro favorito, aquel que había leído mil y una veces y cogiéndolo con saña, fue arrancando una a una sus hojas, mientras el alma se le iba encogiéndo de la pena. Cuando acabó aún no se sintió lo suficiente desgraciada, así que su siguiente meta fue su bola de cristal que movía todos los días para ver como caía la nieve en aquel paisaje tan bonito, aquella bola dónde ella se había sentido protagonista, metida en aquella casita y mirando como nevaba desde la ventana...la estrelló contra el suelo y vio como el cristal y al agua se confundía en uno.
No era suficiente; aún le faltaba algo, y esta vez fue su pájaro, su sarapín que todas las mañanas le despertaba con sus cantos, su amigo que tanta compañía le había hecho, su confidente. Cogió la jaula y acercándola a la ventana abrió la puerta y asusto al pájaro , que sólo supo abrirse camino y salir volando torpemente, sin comprender nada.
Fue en ese momento cuando ya supo que no podría castigarse más, cuando sus piernas le flaquearon y cayó en el suelo encogida, como marioneta sin hilos, mirando todo lo que ella quería roto, destrozado por sus propias manos.
Ahora sí era suficiente, ahora si que ya no podía sufrir más. Su castigo había sido llevado a cabo hasta tocar fondo en su alma.
Se lo merecía por haber sido mala, se lo merecía...

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