Me gustaba escuchar el mar; sus cantos, sus lloros, un día calmo, otro embravecido...Lo escuchaba sola, sentada en la playa, mientras me imaginaba vivir lejos de él. Me parecía imposible no poder, un día cualquiera, un momento cualquiera, acercarme y sentirlo, verlo, escucharlo...Pero, al mismo tiempo, deseaba alejarme de allí, de mi tierra y estar en otras lejanas dónde mi soledad no fuese tan grande.
Me acerqué a una tienda y la compré. Me atrajo a ella el color puro de su concha, sus púas, la perfección de líneas, el olor marino. Me fui para casa con ella emocionada; por fin mis sueños se iban a hacer realidad.
Esa noche, en mi habitación, me senté en la cama y cerré los ojos, dejándome llevar por el sonido de otro mar lejano, de otras playas, de otra arena. Me imaginé paseando por una playa desierta cogida de la mano, dónde no había problemas, dónde no había dudas, dónde sólo había amor, paz, y ese sonido a mar, a mar tropical, a arena fina, a palmeras...
Con mi caracola marina en la oreja, mi mundo cambió y me quede dormida soñando con un sueño...
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