jueves, 2 de julio de 2009

LA FELICIDAD

La llegué a tocar; mi mano se adelantó a mi cuerpo y mis dedos la rozaron suavemente. En ese momento mi piel se erizó, y la sangre corría por todo mi cuerpo a velocidad vertiginosa, mientras mi alma estallaba henchida y mi rostro sonreía. Esos pocos momentos fueron tan fuertes, que anularon aquellos otros en que la veía tan lejana, allá, en el horizonte. Ellos borraban mil horas de lejanía y ahora cada uno , está guardado en un rinconcito de mi corazón de dónde no saldrán, pues los cerré con llave y voy a tirar ésta a la mar para protegerlos de algún cobarde, pues hay que ser valiente, para tocarla, sentirla y después, si no quiere quedar, dejar que se aleje otra vez.
Pero tengo más corazón. Mi corazón es grande y si esta vez no se quiso quedar, volveré algún día a alargar mi mano; la cogeré y la compartiré con quien sera valiente y no tenga miedo a sentir como se le eriza la piel, y la sangre...y...

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