sábado, 20 de junio de 2009

ESCALERAS DE CARACOL

Aparcó el coche en aquella calleja larga y estrecha. Comenzó a caminar de forma autómata hacia dónde la esperaban. Metida ya en otro coche, cerró los ojos sintiendo como el aire de la ventanilla le daba en pleno rostro, pero ni noto si era frío o caliente.
Llegó a su destino; cogió la maleta con las carpetas y subió las escaleras de caracol que llegaban hasta la tribuna, escaleras estrechas y oscuras que no parecía tener fin.
Salió de la iglesia en busca de soledad, de sombra, de acogimiento consigo misma y sus pasos la llevaron hasta el cementerio. Allí , por primera vez en varios días, había sentido la paz necesaria que ella necesitaba. Sintió envidia de aquellos que por fin descansaban sin sentir, sin oír, sin hablar, sin ver, sin estar...
Volvió a la tribuna, mientras arrastraba sus pies y su cuerpo batía contra las paredes de piedra de aquellas escaleras de caracol que se le antojaron igual que su propia viva...

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