miércoles, 20 de mayo de 2009

HERIDA

Llegó a la habitación y la vio allí, tumbada en la cama.
Se acercó despacio y se sentó a su lado.
La miró a los ojos y vio temor reflejado en ellos. Estaba desnuda y, con sus manos crispadas, agarraba el vientre como si la vida se le fuese en ello.
Él le sonrió tranquilo y, suavemente, fue apartado aquellas manos que ya habían hecho mella en la piel, como queriéndola traspasar. Lo hizo sin perder su sonrisa , hasta lograr que quedase al descubierto la herida producida por tanta presión.
Posó sus labios en ella y la fue besando, despacio, poco a poco, recorriendo cada poro de aquella piel enrojecida y, a cada centímetro que recorría, el mal fue mitigándose, hasta que desapareció por completo.
Levantó la cabeza y la volvió a mirar a los ojos; ya no existía miedo ni temor en ellos, sólo paz, una paz que logró, que después de elevar la comisura de los labios, se quedara dormida profundamente, envuelta en un sueño plácido.
Él la tapó con amor y se acostó a su lado; velaría su sueño.

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