Se habían citado en la playa. El sol se estaba metiendo ya y corría una brisa fresca que hacía poco agradable el paseo.
Caminaron los dos juntos, en silencio, mirando de frente sin cruzarse las miradas. Sabían a que habían ido y sus pasos se hacían arrítmicos y torpes.
Por sus mentes pasaban mil y un recuerdos de sus momentos juntos, de sus risas, de todas las horas de felicidad que habían compartido, pero, también de los momentos difíciles que habían pasado juntos, pero compartidos en lágrimas o silencios, pero siempre juntos, con sus manos unidas y, esto los había hecho más llevaderos.
No sabían cómo ni el por qué, pero algo se había interpuesto entre ellos; quizás la fuerza de esos momentos fue lo que agotó su relación, quizás el haber escarbado demasiado en sus almas y corazones y esto, les había puesto en el borde del precipicio.
Llegaron al puente que lo cruzaba; podrían cruzar al otro extremo juntos y seguir el camino o hacerlo uno solo y el otro quedarse atrás.
Ahora, allí estaban; miraron el puente y, después se miraron a los ojos. Todos los sentimientos se entrecruzaron en sus cabezas.
Se cogieron de la mano con fuerza, tanta que hasta hacía daño.
La noche fue callendo y sus siluetas se perdieron en la oscuridad...
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