CANDELAS

Subía pensando que arriba, como siempre se decía, la felicidad habitaba.
Pero a cada paso que daba todo estaba más oscuro, más confuso, más difuso y acababa apoyándose en las paredes para poder continuar.
Y paró en seco intentando comprender lo que allí pasaba, hasta llegar a pensar que era su vista la que la engañaba y por eso no veía más que negrura en su búsqueda.
No sabe que fue lo que le llevo a girar la cabeza y mirar hacia atrás, hacia abajo: si el miedo a continuar, o quizás una voz interior que le llamó.
Y comprendió que lo que buscaba no estaba en la cantidad, ni en la rapidez del camino andado, sino en cómo se anda.
Ahora baja despacio, saboreando cada escalón que le acerca a su esencia perdida por aquella carrera en la que poco a poco iba agotándose el guión de su vida.
Y sabe que pronto llegará al final del comienzo, en donde habrá candelas que le alumbren, candelas nacidas de aquellas alegrías dejadas en el olvido, de los sueños perdidos, de las experiencias pasadas.
Sonríe segura en si misma a cada escalón bajado. Que de la oscuridad total pasó a penumbra y de está pasará a claridad.
Ya no tiene prisa, esa se quedó allí arriba donde algún día llegara, pero no ciega, sino con los ojos bien abiertos y el alma en la mano sin miedo a fracasar.


Foto: Carmela