martes, 16 de noviembre de 2010

CUENTA LA LEYENDA...



Cuenta la leyenda, que de niños los veían cogidos de la mano corriendo por el campo.
Que de adolescentes se la cogían con casi miedo a rozarse.
Que de jóvenes, se cogían de la mano y un poco mas arriba.
Que de viejos, cuando ella murió, él le cogió la mano y se fue con ella.
Ahora lloran porque les han separado y sus manos no se pueden alcanzar.


Foto: Carmela.

15 comentarios:

Rubén dijo...

En resumen, igual que los amantes de Teruel quienes, al parecer, yacen bajo sendos mausoleos en los que figuran sus estatuas que nunca llegan a darse la mano.
Saludos.

Lola Fontecha dijo...

uffffffffffffff, me has estremecido con tu entrada.....

Torcuato dijo...

No tardarán en volverse a alcanzar.
Muy lindas esas parejas de viejitos, que han estado tanto tiempo juntos.
Un beso, Carmela.

Anónimo dijo...

y hay quienes dicen: que le amor no es eterno!!.
excelente.
besos

Toni dijo...

Allí donde estén seguro que no lloran.
Sus manos serán de luz...
Muy buen post amiga.

Salu2

Verónica O.M. dijo...

Que bonita leyenda Carmela, aunque de final un tanto triste.
Feliz semana
Abrazos

curro dijo...

O lo mismo estan tan contentos, allá donde esten. Vamos a ver como sabes tu que estan llorando eh, para enternecernos y hacernos llorar, porque lo mismo estan haciendo otra cosa. Un biquiñazo.

curro dijo...
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La cuentera Idaluz dijo...

Una breve reseña de lo que podría convertirse en un buen relato largo, te diré que me quedé con ganas de más.
Gracias por compartir.

anuar bolaños dijo...

Ay mujer, que vaina con la búsqueda del amor eterno.

Oye, mil gracias por tus visitas y tus palabras.

Bicos.

Unknown dijo...

Preciosa historia Carmela, el amor es alucinante ... y eterno...
Enormes bezasos,

El intimista secreto dijo...

Desde luego, hay amores imposibles.

J.G. dijo...

curiosa y nerviosa, inquieta

German Buch dijo...

Le gustaba acercarse a la alameda en las tardes de verano
en su regazo, descansaba el libro compañero
no lejos, en derredor, los niños jugaban a enlazar sus manos.
Atrás quedó su mirada, en blanco y negro, entre la verde alameda.
Al otro lado del río, entre el verde follaje,
la timidez de un brazo recogía su cintura adolescente.
A veces, prendido en su hombro de joven mujer
unos dedos se deslizaban hacía ese valle que separaba su seno.
Allí quedó la algarabía de ayer
su despertar adolescente
su amor de hoy.
Al acercarse a la alameda
sus lágrimas inundaron el desecado río
mientras su voz escrita
quedaba impresa en ese libro
que dormía en su regazo.

Vuelve, como yo paseo por tus leyendas
me satisface leer que mis leyendas distraen
tu visita.
Vuelve.

Cele dijo...

Me encoge el alma leerte, aunque no deja de ser hermosa la leyenda, me produce tristeza.
Besos