José es una esponja y absorbe con gran placer.
Le gustan las agua limpias, frescas, puras, sus PH diferentes, sus tonos pastel.
A José lo baña una que él recoge con amor, pero es una esponja absorbente y quiere más y más y nada le sacia.
Y se deja llenar por más aguas. Todas esas aguas que le llenan y le hacen sentir pleno y completo; que ningún poro de su ser quede vacío, que le recuerden que es una esponja y que por eso necesita ser saciado.
Pero José se pudre. Hoy José se pudre pues todas esas aguas no le dejan secar ni un solo momento y siente como sus esporas se van muriendo, inexplicablemente secando.
Ahora José sabe que tantas aguas son dañinas para él, pero ya es tarde.
Se muere recordando aquella primera agua que le bañaba con tanto amor y que ahora ya no siente.
El exceso es malo, tan malo, que José se seca entre aguas putrefactas...